Con frecuencia se repite que “las encuestas y las morcillas no se sabe de qué están hechas”. Lo acaecido con los distintos sondeos de opinión, que se han efectuado con motivo de las próximas elecciones locales y regionales que elegirán alcaldes, gobernadores, concejales, diputados y miembros de juntas administradoras locales en las principales ciudades, ratifica esta máxima. El caso más notorio es el de Bogotá: reiteradamente se había venido dando resultados favorables al candidato del uribismo. Más tarde, luego de la consulta del Polo Democrático Alternativo, un ejercicio sobre 1.200 entrevistas personalizadas con intención de voto, arrojó un resultado contrario al que se venía mostrando durante los tres meses anteriores. Ello fue sorprendente, máxime si se tiene en cuenta que los “analistas” habían pronosticado que merced al triunfo de Samuel Moreno, la victoria de Enrique Peñalosa ya estaba asegurada.
Casos similares se han dado en Cali, donde Lloreda puntea pero el 27% de los electores está indeciso y donde Bruno Díaz se “catapultó” después de la consulta del Polo. Para la alcaldía de Pereira y para las gobernaciones de Santander y Atlántico todo está por verse y lo mismo en otras ciudades como Ibagué y Bucaramanga. El impacto de las encuestas para direccionar a los votantes en este tipo de elecciones se ha sobrevalorado y por ello el candidato uribista en Bogotá salió a hacer otro sondeo, de 600 llamadas telefónicas, para contrarrestar el golpe recibido tres días atrás. Es previsible que en adelante se venga una “guerra” de encuestas ya que el uso acomodaticio de este tipo de investigaciones se ha venido incubando en la política nacional perdiendo casi todo su encanto, ya no miden las expectativas sino que las “manipulan”.
Esa manipulación para las elecciones locales cobra más relevancia ya que en ellas se dirimen asuntos que atañen al común de las personas, en su ingreso cotidiano y en muchos casos en su supervivencia. Si, por ejemplo, tendrán acceso al transporte, a la salud, a la educación y a los servicios públicos domiciliarios; si los vendedores ambulantes, los empleados y los trabajadores de regiones y municipios mantendrán sus puestos y el derecho al trabajo digno, si los planes urbanos expulsarán gente de su entorno para dar lugar a los grandes negocios inmobiliarios, si los proyectos venideros golpearán a consumidores y empresarios, si los tributos serán equitativos y progresivos o seguirán cargándose a Juan Pueblo y hasta si la “repartición” de la contratación, con la corrupción que la ha rondado a niveles cada vez más escandalosos como a los que ha llegado en sinnúmero de poblaciones y con los más terríficos propósitos, colmará las ambiciones de los contratitas quienes en muchos casos son los financiadores de los candidatos.
Lo que estará en juego el 28 de octubre próximo no es de menor cuantía. Hasta el mismo Álvaro Uribe, como se vio a la sazón de la convención del partido de Vargas Lleras, está por meter baza. Asuntos como los sistemas de transporte masivo, los cuales Uribe piensa implantar con todo y sus inicuas cláusulas en algunas de las capitales del país, lo desvelan y no hay duda que hará hasta lo imposible para imponer a sus prosélitos. En el contexto de este certamen se mueven múltiples intereses y a diferencia de los votos para los comicios para el Congreso, en los que sin que estén desvestidos del todo de buenas dosis de mezquindad, incide en algo la opinión acerca de los grandes temas nacionales, es el cálculo alrededor de su suerte personal en el día a día lo que decide en buena medida las inclinaciones de los votantes en departamentos y localidades. Dos estilos se enfrentarán al respecto: el de las fuerzas democráticas que porfían en las políticas públicas para garantizar el bienestar de las comunidades y el de los clientelistas tradicionales, que se saben camuflar según la ocasión y quienes se fundan en la creación de grupos de favoritos o en pandas propias para abalanzarse sobre el Erario y las nóminas oficiales. La lucha por el poder local tiende a cobrar mayor intensidad que la brega por el predominio nacional; el propio Presidente ya ha dado la pauta en el tono que va adquirir la refriega en los próximos 90 días y con más énfasis en esta ocasión cuando lo que suceda puede tener influencia decisoria en la liza para la elección presidencial de 2010.