La carta enviada a la Secretaria de Estado, Condolezza Rice, por ocho de “los grandes” del Partido Demócrata, entregada a la hora de la despedida de Uribe, entre los cuales están Barack Obama, quien registra ahora la mayor favorabilidad del electorado de esa agrupación para ocupar la Casa Blanca desde 2009; Ted Kennedy, el más veterano senador, y otros, como el altamente influyente jefe del Comité Judicial del Senado , Patrick Leahy, reitera que la principal preocupación en torno a Colombia no está focalizada en el TLC sino en la “extensión” de los vínculos de paramilitares con “altos funcionarios”, advirtiendo que esa “ infiltración no es un problema menor de corrupción”. No es nada despreciable una comunicación que es suscrita por estos líderes demócratas, ni es acertado calificarla como “papel” sin importancia.
Por lo que dicen esos senadores, antes que cualquier trámite de alguna iniciativa con relación a Colombia, quieren ver el desenlace de lo que llaman "la crisis política más seria en años". Y específicamente en lo que sucederá tanto con los alfiles políticos del Presidente en varios departamentos, enredados en lo que certeramente se ha denominado “parauribismo”, así como con el curso que correrán las pesquisas en torno al exjefe del DAS, Jorge Noguera, en ascuas por presuntos actos tenebrosos a favor de los grupos ilegales en el ejercicio de funciones públicas. Una nota del senador Leahy, referida a su encuentro con Uribe dice: “Por muchos años la ayuda a Colombia ha ido en piloto automático. Yo espero completamente que continúe el apoyo por los muchos intereses de mi país. Pero el Congreso no es una estampa de caucho. Aquellos días pasaron. Nosotros necesitamos ver un fin a la larga historia de impunidad de Colombia y queremos ver una estrategia anti-drogas que funcione. Los contribuyentes norteamericanos requieren la contabilidad real de los miles de millones de dólares que ellos han enviado a Colombia”.
Si lo anterior fuera poco, una frase más lapidaria fue la del congresista por Massachusetts, Jim McGovern, concomitante con la requisitoria demócrata respecto a los viajes de Uribe: "Mientras siga retornando sin respuestas, seguiremos insistiendo en respuestas". Peor fue la declaración de Phil Hare, congresista demócrata de Illinois y ex sindicalista de la industria textil, al mencionar que apenas hay 37 fallos frente a los 2.100 casos de sindicalistas colombianos asesinados y "pese a ello… quieren premiar a Colombia dándole un TLC. Permítanme decirlo, con algo de ironía: ¡sólo sobre mi cadáver!"
Ante una andanada de ese tipo, la reacción del gobierno de Uribe ha sido todavía más deplorable. En un proceder humillante ha corrido a echarse a los pies de Bill Clinton. Ha contratado firmas de asesoría, por cuenta del Erario, cercanas a este personaje y a la campaña electoral de Hilary, lo ha condecorado “como colombiano apasionado”, y, en la más barata politiquería internacional, trata de congraciarse con todo aquel que cree susceptible a la seducción de sus falsos comedimientos; como el nombramiento de una ministra y un viceministro de raza negra para incitar al grupo parlamentario afro-norteamericano.
Uribe, en medio de su desesperanza, está brindando el más insoportable espectáculo de servilismo. Su “diligencia y astucia”, admirada por estos confines, no puede ser vista por cualquier ojo aguzado sino como una conducta rayana con lo patético. Si fue precisamente con ese mismo ánimo con el cual se negoció el TLC, no se necesita ahondar mucho en aquellos temas contenciosos, como la pérdida de soberanía alimentaria, jurídica, económica, territorial y jurídica para saber que efectivamente la negociación fue un acto de traición a la patria. Con todo esto, a la hora de los refranes, resulta más apropiado: “¡Así le paga el diablo a quien bien le sirve!” …Y pensar que se continúa actuando de tal modo…